22 de abril de 2015

HIJAS DE CRISTO REY EN ALBANIA

Krishti mbretëron! ¡Cristo reina!
Unas pequeñas flores, en una gran pradera verde, captan enseguida la mirada del amante de la belleza. Rompen la monotonía de lo que abunda, y se convierten en un desafío a la normalidad. Así es el testimonio.
El Lunes de Pascua ha sido para mí un día muy especial. He hecho muchos kilómetros sólo, y he descubierto que en este país también hay algunas carreteras normales... Y me he dejado sorprender por paisajes espectaculares. Anchos valles circundados por grandes montañas nevadas, que te hacen sentir en el coche como un nuevo Moisés entre paredes de agua que se elevan a un lado y otro. Y así, cruzando las montañas que se abrían para mí, atravesé a una 'pequeña tierra prometida' donde la Iglesia es muy pequeña.
La ciudad se llama Gjirokastër, y es una de esas joyas que hay que visitar cuando uno viene a Albania. Su fama en este país le viene por estar construida en piedra, y por haber sido siempre un centro cultural, aunque ahora, como todo, la decadencia puede más que la historia. De aquí es el famoso escritor albanés Ismail Kadaré, que dedica a su ciudad natal su novela "Crónica de piedra". De aquí también era el dictador amigo de los búnkeres por todas partes.
La ciudad, como dice Kadaré, es "sorprendente que, con su ser prehistórico, parecía haber surgido bruscamente en el valle una noche de invierno y, arrastrándose penosamente, se había aferrado a la falda de la montaña". Está en el sur, pero es un norte...
Hace 20 años, aquí llegaron las Hijas de Cristo Rey, y se encontraron con tres católicos. Eso era todo. Llegaron para ser levadura en la masa, de esa forma que hacen ellas las cosas: a través de la educación. Y allí construyeron su Colegio José Gras (escrito en riguroso albanés) y establecieron su comunidad como un signo. El sacerdote más cercano está a doscientos kilómetros, hoy dos horas de coche y hace poco casi cinco. Y allí son la Iglesia.
Son como esas pequeñas flores que rompen la verde monotonía de los campos, con sus alegres colores. Son mujeres de Dios en un mundo de hombres, Iglesia de Cristo en una ciudad con otras fes, o quizás ninguna, ni si quiera le fe en el ser humano que ellas promueven. Reinar es servir, y estas tres mujeres son realmente tres pedazo de religiosas, en las que las palabras 'valiente' y 'entregada' cobran todo su sentido: es más, lo estrenan. Allí he visto al Señor. Allí estaba el Resucitado, reinando realmente como él lo hace, en el servicio más callado y silencioso al futuro de un mundo donde no se cree en el futuro.
¡Cristo reina, por siempre en nuestros corazones!

Padre Laureano. Misionero Redentorista